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El Perú se desliza, trastabillando, hacia la izquierda

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por Jorge Alberto Chávez Reyes, #Lima

La mañana del domingo 13 de junio, a una semana de realizada la segunda vuelta o balotaje de las elecciones presidenciales en Perú, solo falta contabilizar unas décimas del porcentaje total de votos emitidos y los números indican que el izquierdista Pedro Castillo se ha impuesto por menos de 50,000 votos a la representante de la centroderecha Keiko Fujimori, quien sumó con esta tres veces (2011, 2016 y 2021) que llega a la segunda vuelta y no logra ganar.

El sábado por la tarde, a pesar de las restricciones por la pandemia en Lima se realizaron dos manifestaciones, a favor de Fujimori y de Castillo. Siendo que en la capital la centroderechista se impuso por amplio margen, la cantidad de gente reunida por ella fue impresionante. La convocatoria pedía que “se cuente hasta el último voto” y que se “respete mi voto” y es que los abogados de Fuerza Popular (el partido de Fujimori) han presentado cuestionamientos que ponen en duda las actas que recogen alrededor de medio millón de votos. Muchos especialistas consideran que los cuestionamientos no tienen asidero, pero Fuerza Popular insiste en que configuran un “fraude en mesa”. Entre otras cosas señalan que las firmas de los miembros de mesa (personas sorteadas entre todos los electores que  se encargan del proceso de votación, cuentan los votos y escriben las actas que recogen el conteo) no coinciden con la firma registrada en el Registro oficial peruano o que no coinciden las firmas en el acta de apertura y de cierre, también señalan la presencia de hermanos como miembros de mesa (algo que prohíbe la ley) y que es muy “sospechoso” y “estadísticamente imposible” que haya actas que muestran que no hubo un solo voto para Fujimori en algunos lugares.

El encargado de resolver la disputa sobre esos votos es el Jurado Nacional de Elecciones, cuyas torpes acciones en los últimos días consiguieron algo difícil de lograr, que simpatizantes de ambas organizaciones percibieran que la cancha estaba inclinada en su contra.

Por su parte, los candidatos no han hecho más que poner más leña al fuego de la crispación que divide en este momento a los peruanos y peruanas. Sin que haya culminado el escrutinio y se haya proclamado ganador, Castillo ha compartido efusivamente en sus redes sociales los prematuros mensajes de felicitación por su elección como presidente del Perú que le enviaron líderes de la izquierda latinoamericana como Dilma Rousseff, Alberto Fernández y Rafael Correa. Su equipo técnico se presenta ya en diferentes escenarios también con una actitud triunfal. De otro lado, en una actitud, Fujimori continúa con las acusaciones de fraude y responsabiliza a la “izquierda internacional” de querer “torcer la voluntad popular” a través de manipulaciones en mesa y al dirigirse a sus seguidores, ha reiterado que el actual presidente Francisco Sagasti “está interfiriendo” en el proceso electoral. “Hemos escuchado, por confesión del propio presidente de la República, que está interfiriendo y haciendo llamadas. ¡Eso es inaceptable!”, señaló. El jueves, el mandatario había indicado que estableció contacto con personas allegadas a ambos candidatos (entre ellas, Mario Vargas Llosa, quien respaldó a Fujimori en esta segunda vuelta) para pedir “calma” ante el clima de incertidumbre electoral.

Como decíamos líneas arriba, Perú está profundamente dividido entre dos candidatos opuestos en medio de una triple crisis sanitaria, económica y política.

De hecho, los resultados de las elecciones han puesto de manifiesto la fuerte división que hay entre la capital, la costa norte y central (las regiones con una economía más moderna basada en la agroexportación, la industria y el comercio aunque con alta taza de informalidad) y el interior del país (los Andes y el sur, con una economía basada en la extracción minera y la agricultura y ganadería de subsistencia), que ha impulsado el inesperado ascenso de Castillo.

Los comicios más polarizados en décadas llegaron luego de una tormenta política que hizo que hubiera cuatro presidentes en cinco años, así como protestas y múltiples denuncias de corrupción contra políticos, todo ello en medio de la pandemia de coronavirus que tiene a Perú como el país del mundo con más muertes per cápita.

De hecho, la incertidumbre respecto de quien ganó las elecciones, ya está teniendo consecuencias económicas: la moneda peruana, el sol, cayó durante la semana a un nuevo mínimo histórico, mientras que la bolsa de valores de Lima se hundió.

Además, es claro que quien gane tendrá un mandato debilitado por las fuertes divisiones existentes en Perú, y se enfrentará a un Congreso fragmentado en el que ningún partido tendrá mayoría, lo que podría paralizar cualquier reforma importante.

Pero ¿quiénes son estos candidatos que se han convertido en la cara de los dos países que existen dentro del Perú?

Pedro Castillo es un profesor de primaria de 51 años, originario de Cajamarca que propone cambiar la Constitución de Perú para fortalecer el papel del Estado en la economía, por lo que su ascenso genera incertidumbre a los inversionistas y las élites más acomodadas del país. Además, su partido, Perú Libre – en el que figura en calidad de “invitado”- tiene como máximo dirigente a Vladimir Cerrón, un médico de ultraizquierda que ha sido condenado por corrupción durante su gestión como gobernador de la región Junín.

Tratando de calmar los temores de los actores económicos, Castillo dijo que si gana la presidencia respetará la autonomía del banco central, “que ha realizado una buena labor manteniendo la inflación baja durante más de dos décadas”.

Asimismo, reiteró que no han considerado “estatizaciones, expropiaciones, confiscaciones de ahorros, controles de cambios, controles de precios o prohibición de importaciones”.

Castillo es visto como el “candidato del pueblo” en un momento en que la crisis por el coronavirus ha agudizado las desigualdades de un país en el que sucesivos gobiernos no han sabido incluir a muchos en los beneficios del buen momento macroeconómico que disfrutó los últimos años antes de la pandemia.

Por su parte, Keiko Fujimori, de 46 años es la hija mayor del encarcelado exmandatario Alberto Fujimori y ha basado su promesa en mantener el modelo de libre mercado haciendo solo “ajustes” en su tercer intento por llegar al poder y convertirse en la primera mujer presidenta de Perú. Fujimori tiene una acusación fiscal de “lavado de activos” por presuntos aportes irregulares durante anteriores campañas presidenciales que ella niega y para un amplio sector de la población – en especial jóvenes- su figura es el equivalente al de Emmanuel Goldstein en el país socialista que describe Orwell en su novela “1984”.

 

(13 de junio, 2021)

©gaiaitalia.com 2021 | © Jorge Alberto Chávez Reyes – derechos reservados | diritti riservati.

 





 

 

 

 

 




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